En China se han documentado casos sistemáticos de sustracción forzada de órganos, especialmente a practicantes de Falun Dafa (también conocido como Falun Gong). La sustracción forzada de órganos consiste en extraer los órganos de una persona viva contra su voluntad y matarla en el proceso, lo cual es un crimen de lesa humanidad. Desde 1984, médicos y testigos han señalado que estos órganos se obtienen “a pedido”, sin consentimiento, dentro de un sistema estatal organizado. Investigaciones como el informe Kilgour–Matas (2006) estiman miles de trasplantes inexplicables. La ONG médica DAFOH ha liderado campañas globales para denunciar este crimen, logrando condenas y sanciones en distintos países.
Existen dos diferencias sustanciales entre la sustracción de órganos en China y el tráfico de órganos en otros países, y es que lo que ocurre en China es algo peor.
La sustracción de órganos en China apunta a prisioneros de conciencia, que son ciudadanos que respetan las leyes y son encarcelados por su fe o etnia.
Las agencias gubernamentales, el aparato de seguridad, y el sistema judicial y hospitales militares y civiles de china están involucrados en el proceso y son los principales culpables.